Horrible Situación
Carmen tiene 38 años, aparenta 35 y dice que va a cumplir 24. Sus ojos son grandes, sus faldas chicas y su cuerpo es tan sensacional como una noticia de primera plana. Es guapísima por donde se le mire y la verdad es que hay muchos ángulos por donde mirarla porque, toda junta, incluyendo zapatos y cartera, su ropa no debe pesar más de novecientos gramos. Bien ayer –después de muchos meses sin vernos- se me acercó intempestivamente en una tienda y sin darme tiempo a pronunciar el aludo de rigor me tomó del brazo y solicitó mi ayuda:
-¡Qué suerte encontrarte –dijo indignadísima- porque necesitaba un hombre...!
-Huy, mamita, atracaste en dique seco porque con esto de la columna estoy en veda y...
-¡No seas idiota –aclaró- necesito un hombre que le rompa el alma a un sinvergüenza que me ha faltado!
Presentó que me iba a meter en un lío.
-A ver, hija, cuenta bien... a lo mejor no le falta ninguno...
-¡Quiero decir, un tipo ha tenido el atrevimiento de... estaba yo apoyada contre el mostrador y entonces vino el tipo y con la mano abierta. ¡Bueno, hizo algo que no tiene nombre...!
Si tiene nombre –iluminé su cultura- se llama “pasada de huaipe”. Te pasó el huaipe...
-Exacto y tú tienes que pedirle una explicación ahora mismo...!
-Perfectamente, madrecita... dame el teléfono...
-¡No señor, personalmente... porque ahí se ha quedado, de lo más fresco y quiero que me acompañes...ven¡ Me llevó a rastras. Bueno, Carmen siempre ha sido, impulsiva y tiene mucho carácter. Cuando se le mete algo... ¡mi madre! Llegamos. El tipo media dos metros de alto por uno de ancho y otro de profundidad. Verlo y venirme un dolor a la columna fue instantáneo. Pero Carmen no atendía razones y señalándomelo a veinte centímetros de distancia, me exigió en su cara:
-¡Aquí lo tienes... este es... rómpele el alma...!
¡Ejem... no seas precipitada Carmen... el señor tiene aspecto de extranjero...a lo mejor se trata de una confusión... Tenga la bondad –me dirigí al tipo ¿Es usted un turista, mister?
-¡¿No ves, Carmen? El señor es chalaco... se trata de una confusión vámonos.
-¡De ninguna manera tú tienes que hacerlos pedir perdón de rodillas porque yo no permito que nadie me falte al respeto...¡Pégale!
-No puedo. Soy pacifista
-¿Pacifista tú... desde cuando?
-Desde hace un minuto... cuando vi al señor
-¡Pégale!
-Carmen –reconvine- no hagas tonterías... Te aseguro que el señor no ha querido faltarte y que te ha tropezado sin querer, ¿No es verdad, caballero, que no tuvo la intención de...?
-¿De pasarle el huaipe? –completó el mamut- ¡Si le pasé el huaipe pues.. y si se me poner a tiro se lo vuelvo a pasar de nuevo...
-¿Y se puede saber, si no es indiscreto, por qué le ha pasado el huaipe a la señorita?
-¡Porque esta buena!
-¿No ves, Carmen... Aquí el señor te está haciendo un elogio y tú creyendo que te había faltado el respeto... ¡Ah mujeres...! Usted perdone caballero... permiso ¿Vamos Carmen...?
-¿Estás loco? ¡Yo no me muevo de aquí si lo le pegas y le obligas a ponerse de rodillas...!
-Pero, madrecita, cómo se te ocurre... este señor debe tener sus hijos su familia... como lo voy a agredir..?
-No, atrévase nomás –aconsejó el otro, balanceando los brazos como dos trompas de elefante
-¿No lo oyes? ¡que te atrevas... atrévete pues..! Insistió la agraviada.
-Un momento que no estamos entre salvajes, seguramente este caballero querrá presentarle sus excusas por lo que ha hecho, ¿No es verdad mi estimado?
-No
-¡Vea, no es preciso pronunciar un discurso... basta una palabra. “Disculpe” y todo arreglado ¿Qué le parece? ¿La va a decir?
-No
-Comprendo. Seguramente está mal de la garganta, pero eso tampoco es problema ¿Quiere que yo lo haga por usted?
-No.
¡Basta de consideraciones –me increpó Carmen- pégale una pateadura para que aprenda!
-¡Pero Carmen –expuse- ¿Y si me denuncia en la comisaría por lesiones...? -No no lo voy a denunciar oiga... A ver, haga la prueba de pegarme nomás...
-¡Carmen –insistí- este hombre es un pacifista! Se ve que es un pacifista y que no se va defender si le pego... ¿No es cierto maestro?
-Si me voy a defender porque yo no me dejo pegar por nadie..
Así me gusta... le estreché la mano ¡Los hombres deben ser valientes! Pero basta de bromas... pídale perdón a la señorita y retírese atrevido!
-¡Perdone, señorita –murmuró el grandote cambiando su actitud- fue sin querer! Permiso...
¡Y se retiró este miserable, ladrón maldito y abusivo, llevándose los cien soles que le puse en la mano cuando se la estreché!
¡Bueno, me dio tanta cólera que le pase el huaipe a Carmen y me fui...!
Sacado de www.sofocleto.com
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Ramòn Cahcìn España -
Michel -