Poema

Resulta que también me gusta inspirarme. Haber que les parece:

Un escritor me ha comido.
Está dentro de mi como mis tripas en su adentro.
No entiendo cómo puede devorarme,
Si soy yo el que mastica su alma,

Es un escritor confundido y taciturno,
Fuma un cigarro que aún no enciende,
Así que yo sonrío por su locura y su torpeza.

¡Aja!.
Al fin una idea le suena en sus entrañas.
Soy yo que le aconsejo desde mi sepulcro.
Le digo que cuente historias, que deje el cigarro
Y que coja un lápiz que para esto es mejor herramienta.

Garabatea en la fina arena que tiene como cerebro,
Quiere construir un castillo y, desde luego,
Cae cada vez que lo intenta (al castillo me refiero).

¿Eres tan torpe escritor o es que aún tienes hambre de mi?
El escritor ni siquiera me responde,
Me apunta con un dedo intimidante, al tiempo,
Que en mi espalda siento un escalofrío alucinante.

¡No puede ser!
Sigo siendo devorado, pero soy yo el que siente el sabor,
El sabor de la derrota y del sino destrozado.
Claro que si me invita una porción de su banquete,
Tal vez podamos comer juntos.

Empiezo a sentir hambre de mí mismo.
Este escritor ocioso y mezquino, con su gula me ha contagiado,
Un pedazo de mí tal vez pueda despertarlo.
Porque hasta dormido mastica sin sentido.

Pero yo no me canso de morderle el alma,
No me aburro con el sabor de sus ideas,
Pues soy yo quien me alimento con su vida.
Y su vida es tonta, divergente y misionera.

He podido arrancarle todo lo que tiene,
Ya no le queda ni el cigarro, ni el lápiz ni su alma.
Ahora pues, ¿con qué pensará comerme?

Soy yo el escritor ahora.
Prepárense para ser devorados.